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Barcelona, Catalunya, Spain
Hola queridos lectores, Mi nombre es Laura, vivo en Barcelona y me alegro mucho de que estén aquí, dedicando una porción de su tiempo libre a este espacio que intentaré llenar con información útil para todos en el día a día. El objetivo principal de este sitio, es plasmar reflexiones sobre temas variados, que estoy segura son de interés general. Espero que lo disfruten tanto como yo, y saquen provecho de todas ellas. En otro orden de cosas, puedo decir que adoro a los animales y mi gran pasión son los perros. Se aprende mucho con ellos, y claro está, tendremos su sección en nuestro espacio.

17 julio, 2011

2.-El gran día

Toda la tarde hizo frío y a pesar de ello el paseo se estaba haciendo agotador
-¿Qué te pasa, hija?-
Preguntó Rebecca.
- ¡No haces buena cara!
Roxi tenía una expresión diferente, no se podía definir pero un manto de palidez se dibujaba a cada momento en su rostro, provocando en su madre una lógica inquietud.
-No te preocupes mamá, no es nada, solo que me siento muy pesada.- dijo Roxi.
Pero la experiencia le decía a su madre que había llegado la hora y sin mucho alarde para no inquietar a la primeriza, sugirió volver a casa donde podría descansar tranquilamente. No hubo quejas como otras veces, la propuesta le pareció formidable y muy despacio hicieron el camino de vuelta. El sofá se hundió bajo el cuerpo de Roxi como una bendición y como un ángel durmió tres largas horas.
Entre tanto, Rebecca vigiló con ternura el sueño de su niña. Sabía que se aproximaba la fecha del parto y le pidió a Roxi le permitiera acompañarla durante esos días, a lo que esta accedió gustosa.
Para ella siempre sería su pequeña y no podía evitar preguntarse con lágrimas en los ojos, en que había fallado. Adoraba a su hija, al igual que Darío, entre ellos existían problemas pero le habían inculcado a Roxi la importancia de la familia, la razón por la cual debían estar unidos y durante todos esos años ocultaron su desamor para evitar que fuera infeliz.
¡Cuán lejos de la verdad estaba Rebecca!, vivía ajena a la realidad que su hija había descubierto. No podía ayudarla, tampoco rectificar su error y mucho menos convencerla de que el pequeño que llevaba en sus entrañas precisaba del cariño de un padre. De momento solo le quedaban dos opciones, darle su apoyo y demostrarle más que nunca que la amaba.
Justo cuando decidió marchar a la cocina para preparar un té, sintió que Roxi se movía inquieta, llevando reiteradamente sus manos al bajo vientre. Casi en un susurro comenzó a llamar a su progenitora.
-¡Mamá, mamá…!
No se hizo esperar, Rebecca volvió sobre sus pasos y con su acostumbrada ternura ayudó a su hija a ponerse en pie.
-Llévame hasta el baño, por favor.
Suplicó Roxi.
-¡Claro amor mío!, apóyate en mi hombro.
Solo dos pasos avanzaron. Con una mezcla de dolor y alegría reflejada en su mirada, Roxi buscó los ojos de su madre y le dijo.
-Se ha roto la bolsa, mamá. Estoy soltando agua.
Un segundo de silencio y un pequeño grito de emoción salió de la garganta de Rebecca; con la mirada buscó el teléfono.
-¿Dónde lo habría dejado?- Pensó
-¡Dios...! Tranquila cariño, no pasa nada.
Terminó con ella el trayecto hasta el baño y recogió desesperadamente el aparato de encima de la mesa. Llamó al Hospital y pidió que enviaran una ambulancia. Podía haber llevado a Roxi en su coche, pero temía que los nervios la traicionaran. Había tiempo suficiente, el centro materno estaba a poca distancia y no tardarían en llegar.
Todo estaba listo, el bolso, la chaqueta, las llaves a mano, la casa ordenada. Tenía que hacer unas llamadas.
Marcó con rapidez en el teléfono el número de Darío, estaba en el trabajo, no quería inquietarlo, pero tenía que llamar.
-¡Hola Darío!
Hacía más de dos años que Rebecca no marcaba este número, solamente hablaban cuando él llegaba a casa por las noches.
Una pregunta salió de los labios de su interlocutor.
-¿Ya es la hora?
No la dejó responder.
-Voy para allá - continúo Darío.
-¡Ve directo al hospital…! - Intentó terminar de decir Rebecca, pero ya había cortado. Llegaría a casa y tendría que salir para el centro materno. Un suspiro profundo se ahogó en su pecho
-Es igual…
Dijo para sí.
-Ya está avisado.
El abrumador sonido de la ambulancia, sacó a Rebecca de sus cavilaciones y en un instante se puso delante de la puerta para dar paso al personal de urgencias. No les dio tiempo ni a tocar el timbre. Pusieron a Roxi con mucha habilidad en la camilla y después de una rápida revisión se dirigieron al Hospital.
Todo fue muy rápido, las contracciones no paraban y Roxi sentía que su hijo iba a nacer. No pensaba en otra cosa, el amor de madre brotaba a raudales de lo más profundo de su corazón y le daba el valor suficiente para soportar las incomodidades del parto. Se aferraba a la idea de tener a su pequeño entre sus brazos y esto ahuyentaba al dolor.
Hacía nueve meses que el Dr. Ibáñez la había inseminado; el joven galeno no dudó nunca de la entereza de su paciente y la admiraba por ello, pero durante el parto Roxi reveló un coraje tan marcado que hizo al médico rendirse a sus encantos.
Fuera de la sala estaban todos reunidos, impacientes y nerviosos aguardaban el aviso del médico. Darío no paraba de dar vueltas, se paseaba por el pasillo de un lado a otro, mirando a cada instante la puerta que lo separaba de su hija, por momentos parecía que la iba a traspasar sin previo aviso, pero se contuvo.
Julia acompañaba a Rebecca, ambas estaban muy nerviosas, pero se animaban entre sí. Algo les decía que todo saldría bien y no estaban equivocadas.
Un último impulso, un esfuerzo supremo, era el momento.
-¡Ahora!
Ordenó el Dr. Ibáñez
-¡Empuja con fuerza, Roxi! Ya está casi afuera.
La respuesta no se hizo esperar, como un resorte la joven primeriza puso todo su empeño en aquel acto y en breves minutos Alex llegó al mundo.
Un fuerte llanto al salir del tierno abrigo de su madre delataron sus magníficos pulmones, aun sin cortar el cordón umbilical pusieron en los desesperados brazos de Roxi a su única verdad. Dos lágrimas corrieron por sus mejillas y su dulce mirada se deslizó entre todos para demostrar su gratitud.
En el exterior el resto de la familia continuaba esperando, cuando de pronto la puerta que los mantenía al margen se abrió benévola invitándolos a entrar. Unos y otros se miraron y sin pensarlo mucho apuraron el paso hasta la habitación indicada, donde Roxi permanecía feliz y sonriente en compañía de su pequeño.
Las lágrimas de alegría no se hicieron esperar, todos miraban con ternura a Roxi que parecía una diosa mostrando su fruto al mundo.
De pronto algo inesperado ocurrió, Darío tomó a su nieto en brazos, lo miró con orgullo y se lo entregó a Rebecca, nadie supo nunca que pasó. Con una ternura irreconocible los abrazó a ambos y como si fuera el mismo padre de la criatura, besó con ternura a su esposa delante de todos y ante el asombro de la mismísima Roxi, le dijo.
-¡Te amo!

2 comentarios:

  1. Mola mucho la historia, espero el próximo capítulo :D

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  2. Hola Anónimo
    Ya hay dos capítulos más publicados
    - Una familia feliz
    - El doctor Ibáñez

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